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domingo, 20 de julio de 2025

La Evolución del Culto a la Virgen de los Ángeles

 

La Evolución del Culto a la Virgen de los Ángeles

Lic. Wagner Ramírez Arroyo, Profesor de Estudios Sociales e Historia

 

El culto a la Virgen de los Ángeles constituye una manifestación religiosa profundamente arraigada en el acervo cultural costarricense. Desde la época colonial, la religión ha ocupado un lugar central en la vida cotidiana del país, participando activamente en diversos acontecimientos que marcaron su rumbo histórico. Por ello, el estudio de la Virgen de los Ángeles como símbolo nacional resulta fundamental para comprender la historia de Costa Rica. Como suele ocurrir en los relatos religiosos, la línea que separa lo mitológico de lo histórico es difusa, lo cual representa un reto para los historiadores, quienes deben precisar los límites entre la devoción popular y el conocimiento histórico. Esta tarea se ve dificultada por la escasez de fuentes documentales, especialmente durante los siglos XVII y XVIII, que son los períodos más opacos en cuanto a registros sobre este culto.

A mediados del siglo XX, Monseñor Víctor Manuel Sanabria emprendió una minuciosa investigación sobre el origen del culto a la Virgen de los Ángeles. Sin embargo, su trabajo carece de la rigurosidad histórica, ya que muchas de sus afirmaciones no cuentan con respaldo documental o resultan contradictorias entre sí. Por otro lado, de forma más reciente, el historiador José Daniel Gil Zúñiga ha abordado el tema con mayor rigor documental, contribuyendo significativamente a la reconstrucción histórica del desarrollo del culto. Sin embargo, varias de las afirmaciones que plantea respecto a las intenciones de la Iglesia Católica para expandir la devoción a la Virgen carecen de evidencia verificable. A pesar de estas limitaciones, su investigación representa la base más sólida con la que se cuenta actualmente para comprender este fenómeno. Frente a estas dos perspectivas contrastantes, es posible trazar un punto medio que permita construir un relato histórico equilibrado y fundamentado.

El Origen del Culto

La versión oficial de la Iglesia Católica sostiene que el hallazgo de la imagen de la Virgen de los Ángeles ocurrió en 1635, en la Puebla de los Pardos, un asentamiento ubicado al este de la ciudad de Cartago. Según esta tradición, una joven de piel oscura y condición humilde, identificada como Juana Pereira, encontró la imagen y fue testigo directo de una serie de hechos milagrosos. Asimismo, se afirma que en 1639 las autoridades eclesiásticas iniciaron la construcción de un templo para resguardar la imagen y rendirle culto. Esta narrativa fue recopilada y organizada por Monseñor Víctor Manuel Sanabria en su obra Documenta Historica Beatae Mariae Virginis Angelorum, publicada originalmente en 1945.

No obstante, todos estos eventos atribuidos a la primera mitad del siglo XVII no han podido ser corroborados históricamente, ya que no existen documentos contemporáneos que los respalden. Por esta razón, el relato del hallazgo y los primeros años del culto a la Virgen de los Ángeles pertenece al ámbito de la fe y la tradición religiosa de los creyentes. Desde una perspectiva histórica, el origen del culto, tal como lo plantea Monseñor Sanabria, debe entenderse como una reconstrucción tardía basada en tradiciones orales, sin un fundamento documental sólido que permita verificar su autenticidad.

Contexto Histórico de Cartago en el siglo XVII

Por otro lado, actualmente sí disponemos de información sobre el contexto histórico de la ciudad de Cartago y sus alrededores a inicios del siglo XVII, época en la que, según la tradición, ocurrió la aparición de la Virgen de los Ángeles. En su trabajo titulado: Maestros, oficiales y aprendices: la incipiente organización artesanal en la Cartago del siglo XVII, la historiadora Elizeth Payne hace una detallada descripción.

El primer asentamiento colonial en el Valle Central fue la ciudad de Garcimuñoz, fundada por Juan de Cavallón en 1561. Sin embargo, su ubicación exacta aún se desconoce. Se sabe que este asentamiento no prosperó, lo que obligó a los colonos a trasladarse a nuevas ubicaciones. Así, en 1564 se fundó la ciudad de Cartago, en condiciones bastante modestas. Durante el siglo XVII, Cartago contaba con un casco urbano organizado en forma de cuadrante, siguiendo el modelo típico de las ciudades coloniales del Nuevo Mundo. En su centro se encontraba una plaza principal y una iglesia de madera con techo de paja, rodeada por casas y algunos edificios públicos. En esta zona central residían los sectores más favorecidos de la población, principalmente descendientes de españoles. Sus viviendas eran, en su mayoría, de adobe, con techos de paja, y unas pocas contaban con tejas de cerámica. Las calles eran de lastre y solían deteriorarse considerablemente durante la estación lluviosa. Fuera del casco central se extendían caseríos dispersos donde habitaban personas de piel oscura, clasificadas en la época como indios, mestizos, negros o pardos (Payne, 2000). Este ordenamiento espacial refleja no solo la estructura social colonial, sino también los posibles intereses y necesidades religiosas que pudieron influir en la consolidación del culto a la Virgen de los Ángeles en este entorno.

En el estrato más desfavorecido de la sociedad colonial se encontraban las personas negras esclavizadas. Aunque su número era reducido, eran sometidas a trabajos forzados sin ningún tipo de remuneración. La esclavitud era una práctica legalmente reconocida y contaba con la aprobación tanto de las autoridades políticas como de las religiosas. Además de los esclavizados, existía un amplio grupo de personas de piel oscura que, aunque vivían en condición de libertad, enfrentaban fuertes limitaciones económicas y sociales. Eran clasificados como negros libertos, indígenas, mestizos, mulatos, zambos o pardos. Estos grupos estaban obligados a pagar onerosos tributos, ya fuera en dinero, en especie o mediante trabajos forzados, y se desempeñaban en labores agrícolas, domésticas y artesanales al servicio de las élites coloniales. Entre los oficios que ejercían se encontraban la carpintería, el curtido de cueros, la zapatería, la herrería, la fabricación de tejas, la elaboración de monturas y la sastrería. Estos oficios solían estar estructurados en niveles jerárquicos que incluían maestros, oficiales y aprendices. También existía una población de personas de piel clara y ascendencia española que había caído en la pobreza y se veía obligada a trabajar para subsistir. Sin embargo, el poder político, económico y religioso permanecía concentrado en manos de una clase dominante compuesta por personas blancas de linaje español, quienes controlaban el comercio, las instituciones religiosas y los cargos administrativos (Payne, 2000).

La sociedad colonial costarricense del siglo XVII era profundamente desigual. El color de piel y el origen determinaban en gran medida el acceso a derechos, privilegios y oportunidades económicas. La explotación laboral alcanzaba niveles cercanos a la esclavitud, y el sistema de tributos era percibido como abusivo. Como resultado, la mayoría de la población vivía en condiciones de pobreza. Entre los problemas sociales más frecuentes se encontraban la vagancia, el abandono infantil, la esclavitud, la orfandad, la viudez y los abusos de poder por parte de las autoridades (Payne, 2000). En este contexto, la religión jugaba un papel crucial como mecanismo de control social. Las autoridades eclesiásticas fomentaban la devoción popular no solo como expresión espiritual, sino también como herramienta para mantener cohesionada a la población alrededor del orden establecido y facilitar el cobro de tributos (Gil, 2004).

La Cofradía de la Virgen de los Ángeles

Según el relato recopilado por Monseñor Sanabria, en 1653 el gobernador Juan Fernández de Salinas y de la Cerda fundó la Cofradía de la Virgen de los Ángeles con el propósito de organizar las festividades en honor a esta advocación mariana, las cuales se celebraban a partir del 2 de agosto. Si aceptamos esta versión como válida, podría inferirse que, hacia finales del siglo XVII, el culto a la Virgen de los Ángeles ya estaba consolidado en la ciudad de Cartago. No obstante, tal afirmación debe tomarse con cautela. A falta de fuentes documentales adicionales que corroboren de manera independiente la existencia y funcionamiento de dicha cofradía en ese período, resulta prematuro asegurar que el culto estuviera efectivamente generalizado en la región. Por el momento, sostener tal afirmación sería aventurado desde una perspectiva histórica. Existe, además, una significativa laguna documental entre finales del siglo XVII e inicios del siglo XVIII que impide rastrear con precisión la evolución del culto durante ese intervalo (Gil, 2004). En consecuencia, no es posible determinar con claridad en qué momento el culto trasciende de lo local a lo regional.

A finales del siglo XVII, el santuario donde se veneraba la imagen de la Virgen de los Ángeles era todavía una modesta ermita ubicada en las afueras del casco central de Cartago, en un barrio habitado principalmente por personas de piel oscura (Moya, 2008). Esta localización resultaba funcional para los intereses de la élite gobernante de la ciudad, ya que permitía canalizar la devoción popular en los sectores subalternos y reforzar el control social mediante la religión. No es sino hasta mediados del siglo XVIII cuando se puede corroborar que el fervor religioso hacia la Virgen de los Ángeles estaba sólidamente arraigado en Cartago y sus alrededores. Para entonces, el culto había alcanzado una presencia significativa en la vida religiosa y cultural del Valle Central, como se explicará a continuación.

La Patrona de Cartago

A finales del siglo XVIII, Costa Rica seguía siendo una provincia remota bajo la jurisdicción de la Capitanía General de Guatemala. En el ámbito eclesiástico, tanto Costa Rica como Nicaragua formaban parte de la misma diócesis, cuya sede estaba ubicada en territorio nicaragüense. Esta situación provocaba que la presencia y autoridad de la Iglesia en Costa Rica se ejerciera con menor intensidad y regularidad. En 1782, el obispo Esteban Lorenzo Tristán Esmenola realizó una visita pastoral a Costa Rica, lo cual marcó un hito en la historia eclesiástica del país. Durante su estadía, que se extendió por aproximadamente un año, el obispo mantuvo varios desacuerdos con las autoridades civiles locales y se esforzó por reforzar la influencia de la Iglesia en la región. Uno de los cambios más significativos que promovió fue la declaración de la Virgen de los Ángeles como patrona de la ciudad de Cartago, en sustitución del Apóstol Santiago, cuya figura no despertaba el mismo fervor popular entre los fieles (Gil, 2004).

Para ese entonces, las celebraciones en honor a la Virgen, conocidas como las fiestas agostinas, trascendían el ámbito estrictamente religioso. Las actividades realizadas en los alrededores del santuario incluían elementos profanos que causaron escándalo al obispo Tristán. Como medida correctiva, dispuso que cada 2 de agosto la imagen de la Virgen fuera trasladada a la parroquia central de Cartago, donde debía permanecer hasta el primer domingo de septiembre. Esta práctica se mantiene vigente hasta el presente y es conocida como la Pasada de la Negrita (Gil, 2004, p. 55). No obstante, no se cuenta con detalles específicos sobre cuáles eran los actos considerados inmorales por el obispo, dado que era una percepción subjetiva, intentar reconstruirlos sería meramente especulativo y carecería de sustento documental.

La Patrona de Costa Rica

Tras la independencia de 1821, Costa Rica experimentó una etapa marcada por disputas militares y tensiones entre las distintas facciones políticas del país (Molina Vargas & Gonzáles Ayala, 2015). En este contexto, la imagen de la Virgen de los Ángeles adquirió un particular protagonismo, al ser utilizada como símbolo religioso con fines políticos y militares. El fervor que despertaba su figura, especialmente en la ciudad de Cartago, fue manipulado en más de una ocasión para movilizar a la población en acciones bélicas:

·         Un ejemplo significativo ocurrió tras la Batalla de Ochomogo en 1823, cuando Cartago perdió su estatus de capital a manos de San José. En 1824, un grupo reducido de vecinos cartagineses hurtó la imagen de la Virgen y difundió el rumor de que habían sido los josefinos quienes la habían robado, con la intención de incitar al pueblo de Cartago a levantarse en armas y recuperar la capital. Sin embargo, el plan no tuvo el efecto deseado y la imagen fue devuelta a su santuario sin que se produjera un conflicto abierto.

·         Ese mismo año, con el propósito de reducir las tensiones regionalistas, las autoridades municipales de San José y Cartago acordaron declarar a la Virgen de los Ángeles como la patrona de Costa Rica. A pesar de este intento de unificación simbólica, el culto a la Virgen continuó siendo especialmente fervoroso en Cartago, donde conservaba un carácter más arraigado y emocional que en el resto del país (Gil, 2004).

·         Una década después, las divisiones internas persistían. En 1835, durante el conflicto conocido como la Guerra de la Liga, las ciudades de Cartago, Heredia y Alajuela se aliaron para derrocar al gobierno de Braulio Carrillo, cuya sede se encontraba en San José. Las tropas cartaginesas llevaron al frente una réplica de la Virgen de los Ángeles como emblema espiritual de su causa. Sin embargo, durante los enfrentamientos, la imagen fue capturada por las tropas josefinas, quienes la trasladaron a San José, donde permaneció durante varios años como trofeo de guerra y símbolo de victoria.

·         En 1856, durante la Campaña Nacional contra los filibusteros liderados por William Walker, las tropas cartaginesas nuevamente se hicieron acompañar por una réplica de la Virgen de los Ángeles, consolidando así su papel como protectora espiritual en momentos de conflicto nacional.

Durante el siglo XIX, el culto a la Virgen de los Ángeles no era homogéneo. Existía una gran variedad de creencias y la Iglesia aún no había definido con claridad los límites entre lo verdadero y lo falso. Lo que no se ponía en duda era que la imagen de la Virgen había sido una aparición milagrosa; sin embargo, no había consenso sobre las fechas, los lugares ni la identidad de los protagonistas. Las personas entendían que la Virgen era un ser divino, capaz de conceder el perdón y realizar todo tipo de milagros. Su santuario también era visto como un lugar propicio para hacer penitencia por los pecados y recibir curaciones. Algunos incluso creían que la imagen estaba verdaderamente viva, que era una manifestación material de la Virgen en la Tierra (Gil, 2004).

Con respecto a las fiestas agostinas durante el siglo XIX, además de las manifestaciones puramente religiosas como procesiones, romerías y misas, también se celebraban importantes actos de carácter secular, como juegos de pólvora y corridas de toros. Sabemos también que, hacia finales del siglo XIX, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas se había convertido en una preocupación. Las festividades eran tan populares que las figuras políticas participaban en ellas para darse a conocer entre la población (Gil, 2004).

La Arremetida Anticlerical

A finales del siglo XIX, aparecieron nuevos actores en la esfera política costarricense, entre ellos una élite militarizada y liberal que empezó a disputar el poder político con la Iglesia católica y otros sectores. Varias acciones emanadas de los gobiernos liberales contradecían aspectos fundamentales de la fe y buscaban delimitar el poder eclesiástico: la expulsión de los jesuitas, la expulsión del obispo Thiel, la secularización de los cementerios y del sistema educativo, el cierre de la Universidad de Santo Tomás, la aprobación del matrimonio y el divorcio civil, y la prohibición de las procesiones (Molina Vargas & Gonzáles Ayala, 2015). La respuesta de la Iglesia ante esta arremetida anticlerical fue iniciar una exaltación sistematizada del culto a la Virgen de los Ángeles. Esto se evidencia en el aumento de las menciones a dicha figura mariana en los documentos oficiales de la Iglesia católica a finales del siglo XIX e inicios del XX (Gil, 2004). Mientras el Estado se esforzaba por posicionar en la mentalidad costarricense la figura de Juan Santamaría, la Iglesia hacía lo propio con la Virgen de los Ángeles.

La Coronación de la Reina de los Ángeles

En 1924 se inauguró la nueva Basílica de los ángeles, para reemplazar la antigua edificación que había sufrido severos daños durante el terremoto de 1910. Dos años después, el 2 de agosto de 1926 se celebró una fiesta religiosa en la que la Virgen de los Ángeles fue coronada como Reina de los Ángeles. La ocasión estuvo marcada por actividades oficiales auspiciadas por obispos, discursos, carrozas, homilías, procesiones masivas e incluso eventos seculares, que fueron calificados como escandalosos por sectores conservadores de la prensa, debido al consumo excesivo de bebidas alcohólicas (Gil, 2004). Los ritos religiosos a inicios del siglo XX están bien documentados y guardan mucha similitud con los que se celebran en la actualidad. En las vísperas del 2 de agosto, en las comunidades de todo el país se organizaban grupos de romeros que partían hacia el Santuario de la Virgen de los Ángeles. La mayoría de las personas entraban al templo caminando de rodillas hasta llegar al altar; podemos entender este ritual como una manifestación de sumisión, penitencia o agradecimiento a la Virgen. Ya en el templo se entonaban cánticos, se rezaba el rosario o se oraba. Algunos permanecían en las afueras del templo para esperar y participar en alguna de las misas que se celebraban (Gil, 2004).

La Amenaza del Comunismo

En la década de 1930, las ideas comunistas se habían expandido considerablemente entre los trabajadores costarricenses. En 1931 se formalizó el Partido Comunista, que llegó a tener una influencia significativa en la Asamblea Legislativa y en varios movimientos sociales, como la huelga bananera de 1934. Como señala Gil (2004), es lógico pensar que la Iglesia percibía al comunismo como una amenaza, principalmente debido a la censura y represión que habían sufrido las instituciones religiosas en países con gobiernos comunistas. Después de la huelga bananera del 34, el discurso anticomunista de la Iglesia fue evidente y orientó el culto de la Virgen de los Ángeles hacia la clase obrera con un tono anticomunista, lo cual llevó a evidenciarse en la campaña electoral de 1936. Postura que se suavizó hasta 1943, cuando monseñor Sanabria se acercó al partido Vanguardia Popular para luchar a favor de las reformas sociales (Mora López, 2019).

Al mismo tiempo, la Iglesia continuó promoviendo la exaltación del culto a la Virgen de los Ángeles. Un ejemplo claro de esta continuidad es la celebración, en 1935, del tricentenario del supuesto hallazgo de la imagen, lo que implicaba la determinación oficial de que dicho acontecimiento ocurrió en 1635, aunque los documentos históricos mencionaban otras fechas. José Daniel Gil recopila varias referencias sobre diferentes fechas señaladas en documentos históricos y publicaciones:

·         1643: Francisco María Oreamuno, nota al Vicario Eclesiástico, 1850.

·         1643: Bachiller Domingo Juarros, Libro Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala, 1857.

·         1643: Thomas Francis Meagher, artículo en diario estadounidense, 1860.

·         1635 a 1638: Bernardo Augusto Thiel, Datos cronológicos para la historia eclesiástica de Costa Rica, 1897.

·         1630: Bernardo Augusto Thiel, sermón predicado en la festividad de la Virgen de los Ángeles, 1898.

·         1643: Presbítero Víctor Ortiz, Tradición histórica de la aparición de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago, primeros años del siglo XX.

·         1635 a 1638: Eladio Prado, varias publicaciones, década de 1920.

·         1638: Octavio Castro Saborío, 1926.

En la década de 1940, la Iglesia Católica se involucró de lleno en la política social, incluso participó en alianzas con el gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia y el Partido Comunista para impulsar reformas sociales y laborales. Paralelamente, la Iglesia continuó con su misión de exaltar el culto a la Virgen de los Ángeles. Durante este periodo, en 1945, Monseñor Víctor Manuel Sanabria publicó un trabajo titulado Beatae Mariae Virginis Angelorum, en el que delimita y define con un tono histórico la descripción del culto a la Virgen de los Ángeles. Es en esta obra donde surge, de forma espontánea, la identidad de Juana Pereira como una muchacha de piel oscura y condición sencilla, y se ofrecen otros datos que coinciden con la fecha de 1635 como el supuesto año del hallazgo de la imagen en la Puebla de los Pardos. Sin embargo, este último dato puede considerarse anacrónico, dado que la Puebla de los Pardos fue fundada después de 1650 (Gil, 2004). A pesar de ello, el esfuerzo de la Iglesia por exaltar el culto a la Virgen puede catalogarse como exitoso.

Como parte de toda esta exaltación, también es importante citar la publicación de revistas como Nuestra Señora de los Ángeles (publicada entre 1940 y 1945) y La Voz del Santuario (entre 1945 y 1953), ambas editadas en la Basílica de los Ángeles, que contribuyeron a difundir y fortalecer la devoción (Quesada, 2022).

La Reina de Costa Rica

Durante la segunda mitad del siglo XX, el culto a la Virgen de los Ángeles se encontraba plenamente generalizado en Costa Rica. La romería convocaba cada año a miles de creyentes, el 2 de agosto era feriado nacional, y los grandes medios de comunicación brindaban una amplia cobertura a las celebraciones litúrgicas en torno a esa fecha. Asimismo, los principales representantes del Estado solían participar en la misa que se celebraba en la Basílica de los Ángeles. Durante este periodo, la naturaleza y el origen de la imagen no eran objeto de debate académico, y la Iglesia Católica mantenía una fuerte influencia tanto en la vida política como en la esfera social del país.

El Reto del Progresismo

Ya entrado el siglo XXI, es evidente un debilitamiento de la influencia política de la Iglesia Católica, no solo en Costa Rica, sino a nivel global. Diversas discusiones y transformaciones en el ámbito político han ido en dirección contraria a los intereses tradicionales de la Iglesia, sin que esta haya tenido el poder de frenarlas. Entre estos temas se encuentran el debate sobre el aborto, los enfoques educativos en los centros escolares, el matrimonio igualitario, el establecimiento de un Estado laico y las denuncias por abuso sexual contra sacerdotes, muchas de ellas con condenas en firme.

A pesar de esta disminución en su influencia política, el culto a la Virgen de los Ángeles continúa siendo una manifestación religiosa profundamente arraigada en la sociedad costarricense. Esto se evidenció en la masiva participación en la romería del año 2022, luego de dos años de suspensión debido a la pandemia de COVID-19. Además, la figura de la Virgen tuvo un papel simbólicamente relevante durante la campaña electoral del año 2018. A pocos días de las elecciones presidenciales, el periódico La Nación publicó un artículo en el que se exponían declaraciones del pastor evangélico Rony Chaves, mentor del candidato Fabricio Alvarado, quien comparaba a la Virgen de los Ángeles con Satanás. Si bien no es posible afirmar con certeza que este hecho influyó directamente en los resultados electorales sin contar con una investigación científica que lo respalde, es innegable que el tema generó un amplio debate entre el electorado y cobró relevancia en la agenda pública.

Las Lagunas en el Conocimiento Histórico

En la actualidad, a pesar de la importancia del culto a la Virgen de los Ángeles en la sociedad costarricense, este no constituye una preocupación prioritaria dentro de la academia histórica. Esto resulta llamativo, considerando que existen varias lagunas, principalmente en torno a los hechos ocurridos durante el siglo XVII. Incluso la propia Iglesia no ha demostrado claridad histórica en cuanto a las fechas, los lugares y los personajes vinculados al origen de la imagen. Esta falta de precisión ha dado pie a que historiadores como José Daniel Gil sugieran que el culto a la Virgen de los Ángeles podría ser una construcción sistemática promovida por las élites religiosas con el objetivo de reforzar su influencia sobre la sociedad.

Si a ello sumamos la forma en que la Iglesia ha procedido históricamente en otras apariciones marianas, se puede sospechar que existen elementos no relatados o no suficientemente documentados. Esto abre la posibilidad de investigar si el culto a la Virgen de los Ángeles tiene raíces en manifestaciones religiosas prehispánicas, e incluso considerar que el sitio donde se construyó el santuario pudo haber sido un antiguo centro ceremonial indígena. A través del sincretismo religioso, dichos orígenes habrían quedado relegados u olvidados.

Todas estas afirmaciones no deben interpretarse como conclusiones definitivas, sino como preguntas abiertas que requieren ser abordadas por la academia histórica con el rigor y la seriedad que el tema merece.

Conclusión

Desde el punto de vista histórico, se tiene certeza de que, para mediados del siglo XVIII, el culto a la Virgen de los Ángeles ya se encontraba consolidado en la ciudad de Cartago y sus alrededores. Con el paso del tiempo, el fervor de los creyentes fue en aumento, lo cual permitió la expansión progresiva de su área de influencia. Para mediados del siglo XX, dicho culto había alcanzado una presencia significativa en todo el territorio nacional.

Es evidente que las autoridades eclesiásticas jugaron un papel determinante en esta expansión, mediante la exaltación simbólica y litúrgica de la figura de la Virgen de los Ángeles. Aunque en el siglo XXI la Iglesia Católica ha visto disminuir su influencia política y social en Costa Rica, el culto mariano a esta advocación específica muestra signos de continuidad y arraigo en un sector importante de la población.

Referencias Bibliográficas

Cáceres, R. (1996). La Puebla de los Pardos en el siglo XVII. Revista de Historia, 83-113.

Gil, J. (2004). El Culto a la Virgen de los Ángeles (1834-1935). Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santa María.

Molina Vargas, S. E., & Gonzáles Ayala, E. (2015). Historia de Costa Rica. EUNED.

Mora López, V. (2019). El culto a la Virgen de los Ángeles en Costa Rica (1930-1960) [Tesis de licenciatura, Universidad de Costa Rica]. Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio, Facultad de Ciencias Sociales, Escuela de Historia.

Moya, A. (2008). Arquitectura e interpretación histórica. Diálogos. Revista Electrónica de Historia, 312-356.

Payne, E. (2000). Maestros, oficiales y aprendices: la incipiente organización artesanal en la Cartago del siglo XVII. Diálogos. Revista Electrónica de Historia.

Quesada, E. (2022). En contra del «periodismo sin Dios»: la Iglesia católica costarricense y el desarrollo de una prensa periódica confesional (1880—1965). Revista de Historia, 1-35.

Sanabria Martínez, V. M. A. de S. J. (1945). Documenta historica Beatae Mariae Virginis Angelorum: Reipublicae de Costa Rica principalis patronae. San José, C.R.: Atenea.

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