La Evolución del Culto a la Virgen de los
Ángeles
Lic.
Wagner Ramírez Arroyo, Profesor de Estudios Sociales e Historia
El culto a la Virgen de los Ángeles constituye una
manifestación religiosa profundamente arraigada en el acervo cultural
costarricense. Desde la época colonial, la religión ha ocupado un lugar central
en la vida cotidiana del país, participando activamente en diversos
acontecimientos que marcaron su rumbo histórico. Por ello, el estudio de la
Virgen de los Ángeles como símbolo nacional resulta fundamental para comprender
la historia de Costa Rica. Como suele ocurrir en los relatos religiosos, la
línea que separa lo mitológico de lo histórico es difusa, lo cual representa un
reto para los historiadores, quienes deben precisar los límites entre la
devoción popular y el conocimiento histórico. Esta tarea se ve dificultada por
la escasez de fuentes documentales, especialmente durante los siglos XVII y
XVIII, que son los períodos más opacos en cuanto a registros sobre este culto.
A mediados del siglo XX, Monseñor Víctor Manuel Sanabria
emprendió una minuciosa investigación sobre el origen del culto a la Virgen de
los Ángeles. Sin embargo, su trabajo carece de la rigurosidad histórica, ya que
muchas de sus afirmaciones no cuentan con respaldo documental o resultan
contradictorias entre sí. Por otro lado, de forma más reciente, el historiador
José Daniel Gil Zúñiga ha abordado el tema con mayor rigor documental,
contribuyendo significativamente a la reconstrucción histórica del desarrollo
del culto. Sin embargo, varias de las afirmaciones que plantea respecto a las
intenciones de la Iglesia Católica para expandir la devoción a la Virgen
carecen de evidencia verificable. A pesar de estas limitaciones, su
investigación representa la base más sólida con la que se cuenta actualmente
para comprender este fenómeno. Frente a estas dos perspectivas contrastantes,
es posible trazar un punto medio que permita construir un relato histórico
equilibrado y fundamentado.
El Origen del Culto
La versión
oficial de la Iglesia Católica sostiene que el hallazgo de la imagen de la
Virgen de los Ángeles ocurrió en 1635, en la Puebla de los Pardos, un
asentamiento ubicado al este de la ciudad de Cartago. Según esta tradición, una
joven de piel oscura y condición humilde, identificada como Juana Pereira,
encontró la imagen y fue testigo directo de una serie de hechos milagrosos.
Asimismo, se afirma que en 1639 las autoridades eclesiásticas iniciaron la
construcción de un templo para resguardar la imagen y rendirle culto. Esta
narrativa fue recopilada y organizada por Monseñor Víctor Manuel Sanabria en su
obra Documenta Historica Beatae Mariae Virginis Angelorum, publicada
originalmente en 1945.
No
obstante, todos estos eventos atribuidos a la primera mitad del siglo XVII no
han podido ser corroborados históricamente, ya que no existen documentos
contemporáneos que los respalden. Por esta razón, el relato del hallazgo y los
primeros años del culto a la Virgen de los Ángeles pertenece al ámbito de la fe
y la tradición religiosa de los creyentes. Desde una perspectiva histórica, el
origen del culto, tal como lo plantea Monseñor Sanabria, debe entenderse como
una reconstrucción tardía basada en tradiciones orales, sin un fundamento
documental sólido que permita verificar su autenticidad.
Contexto Histórico de Cartago
en el siglo XVII
Por otro
lado, actualmente sí disponemos de información sobre el contexto histórico de
la ciudad de Cartago y sus alrededores a inicios del siglo XVII, época en la
que, según la tradición, ocurrió la aparición de la Virgen de los Ángeles. En
su trabajo titulado: Maestros, oficiales y aprendices: la incipiente organización
artesanal en la Cartago del siglo XVII, la historiadora Elizeth Payne hace una
detallada descripción.
El primer
asentamiento colonial en el Valle Central fue la ciudad de Garcimuñoz, fundada
por Juan de Cavallón en 1561. Sin embargo, su ubicación exacta aún se
desconoce. Se sabe que este asentamiento no prosperó, lo que obligó a los
colonos a trasladarse a nuevas ubicaciones. Así, en 1564 se fundó la ciudad de
Cartago, en condiciones bastante modestas. Durante el siglo XVII, Cartago
contaba con un casco urbano organizado en forma de cuadrante, siguiendo el
modelo típico de las ciudades coloniales del Nuevo Mundo. En su centro se
encontraba una plaza principal y una iglesia de madera con techo de paja, rodeada
por casas y algunos edificios públicos. En esta zona central residían los
sectores más favorecidos de la población, principalmente descendientes de
españoles. Sus viviendas eran, en su mayoría, de adobe, con techos de paja, y
unas pocas contaban con tejas de cerámica. Las calles eran de lastre y solían
deteriorarse considerablemente durante la estación lluviosa. Fuera del casco
central se extendían caseríos dispersos donde habitaban personas de piel
oscura, clasificadas en la época como indios, mestizos, negros o pardos (Payne,
2000). Este ordenamiento espacial refleja no solo la estructura social
colonial, sino también los posibles intereses y necesidades religiosas que
pudieron influir en la consolidación del culto a la Virgen de los Ángeles en
este entorno.
En el
estrato más desfavorecido de la sociedad colonial se encontraban las personas
negras esclavizadas. Aunque su número era reducido, eran sometidas a trabajos
forzados sin ningún tipo de remuneración. La esclavitud era una práctica
legalmente reconocida y contaba con la aprobación tanto de las autoridades
políticas como de las religiosas. Además de los esclavizados, existía un amplio
grupo de personas de piel oscura que, aunque vivían en condición de libertad,
enfrentaban fuertes limitaciones económicas y sociales. Eran clasificados como
negros libertos, indígenas, mestizos, mulatos, zambos o pardos. Estos grupos
estaban obligados a pagar onerosos tributos, ya fuera en dinero, en especie o
mediante trabajos forzados, y se desempeñaban en labores agrícolas, domésticas
y artesanales al servicio de las élites coloniales. Entre los oficios que ejercían
se encontraban la carpintería, el curtido de cueros, la zapatería, la herrería,
la fabricación de tejas, la elaboración de monturas y la sastrería. Estos
oficios solían estar estructurados en niveles jerárquicos que incluían
maestros, oficiales y aprendices. También existía una población de personas de
piel clara y ascendencia española que había caído en la pobreza y se veía
obligada a trabajar para subsistir. Sin embargo, el poder político, económico y
religioso permanecía concentrado en manos de una clase dominante compuesta por
personas blancas de linaje español, quienes controlaban el comercio, las
instituciones religiosas y los cargos administrativos (Payne, 2000).
La sociedad
colonial costarricense del siglo XVII era profundamente desigual. El color de
piel y el origen determinaban en gran medida el acceso a derechos, privilegios
y oportunidades económicas. La explotación laboral alcanzaba niveles cercanos a
la esclavitud, y el sistema de tributos era percibido como abusivo. Como
resultado, la mayoría de la población vivía en condiciones de pobreza. Entre
los problemas sociales más frecuentes se encontraban la vagancia, el abandono
infantil, la esclavitud, la orfandad, la viudez y los abusos de poder por parte
de las autoridades (Payne, 2000). En este contexto, la religión jugaba un papel
crucial como mecanismo de control social. Las autoridades eclesiásticas
fomentaban la devoción popular no solo como expresión espiritual, sino también
como herramienta para mantener cohesionada a la población alrededor del orden
establecido y facilitar el cobro de tributos (Gil, 2004).
La Cofradía de la Virgen
de los Ángeles
Según el
relato recopilado por Monseñor Sanabria, en 1653 el gobernador Juan Fernández
de Salinas y de la Cerda fundó la Cofradía de la Virgen de los Ángeles con el
propósito de organizar las festividades en honor a esta advocación mariana, las
cuales se celebraban a partir del 2 de agosto. Si aceptamos esta versión como
válida, podría inferirse que, hacia finales del siglo XVII, el culto a la
Virgen de los Ángeles ya estaba consolidado en la ciudad de Cartago. No
obstante, tal afirmación debe tomarse con cautela. A falta de fuentes
documentales adicionales que corroboren de manera independiente la existencia y
funcionamiento de dicha cofradía en ese período, resulta prematuro asegurar que
el culto estuviera efectivamente generalizado en la región. Por el momento,
sostener tal afirmación sería aventurado desde una perspectiva histórica. Existe,
además, una significativa laguna documental entre finales del siglo XVII e
inicios del siglo XVIII que impide rastrear con precisión la evolución del
culto durante ese intervalo (Gil, 2004). En consecuencia, no es posible
determinar con claridad en qué momento el culto trasciende de lo local a lo
regional.
A finales
del siglo XVII, el santuario donde se veneraba la imagen de la Virgen de los
Ángeles era todavía una modesta ermita ubicada en las afueras del casco central
de Cartago, en un barrio habitado principalmente por personas de piel oscura
(Moya, 2008). Esta localización resultaba funcional para los intereses de la
élite gobernante de la ciudad, ya que permitía canalizar la devoción popular en
los sectores subalternos y reforzar el control social mediante la religión. No
es sino hasta mediados del siglo XVIII cuando se puede corroborar que el fervor
religioso hacia la Virgen de los Ángeles estaba sólidamente arraigado en
Cartago y sus alrededores. Para entonces, el culto había alcanzado una
presencia significativa en la vida religiosa y cultural del Valle Central, como
se explicará a continuación.
La Patrona de Cartago
A finales
del siglo XVIII, Costa Rica seguía siendo una provincia remota bajo la
jurisdicción de la Capitanía General de Guatemala. En el ámbito eclesiástico,
tanto Costa Rica como Nicaragua formaban parte de la misma diócesis, cuya sede
estaba ubicada en territorio nicaragüense. Esta situación provocaba que la
presencia y autoridad de la Iglesia en Costa Rica se ejerciera con menor
intensidad y regularidad. En 1782, el obispo Esteban Lorenzo Tristán Esmenola
realizó una visita pastoral a Costa Rica, lo cual marcó un hito en la historia
eclesiástica del país. Durante su estadía, que se extendió por aproximadamente
un año, el obispo mantuvo varios desacuerdos con las autoridades civiles
locales y se esforzó por reforzar la influencia de la Iglesia en la región. Uno
de los cambios más significativos que promovió fue la declaración de la Virgen
de los Ángeles como patrona de la ciudad de Cartago, en sustitución del Apóstol
Santiago, cuya figura no despertaba el mismo fervor popular entre los fieles
(Gil, 2004).
Para ese
entonces, las celebraciones en honor a la Virgen, conocidas como las fiestas
agostinas, trascendían el ámbito estrictamente religioso. Las actividades
realizadas en los alrededores del santuario incluían elementos profanos que
causaron escándalo al obispo Tristán. Como medida correctiva, dispuso que cada
2 de agosto la imagen de la Virgen fuera trasladada a la parroquia central de
Cartago, donde debía permanecer hasta el primer domingo de septiembre. Esta
práctica se mantiene vigente hasta el presente y es conocida como la Pasada de
la Negrita (Gil, 2004, p. 55). No obstante, no se cuenta con detalles
específicos sobre cuáles eran los actos considerados inmorales por el obispo,
dado que era una percepción subjetiva, intentar reconstruirlos sería meramente
especulativo y carecería de sustento documental.
La Patrona de Costa Rica
Tras la
independencia de 1821, Costa Rica experimentó una etapa marcada por disputas
militares y tensiones entre las distintas facciones políticas del país (Molina Vargas & Gonzáles Ayala, 2015). En este
contexto, la imagen de la Virgen de los Ángeles adquirió un particular
protagonismo, al ser utilizada como símbolo religioso con fines políticos y
militares. El fervor que despertaba su figura, especialmente en la ciudad de
Cartago, fue manipulado en más de una ocasión para movilizar a la población en acciones
bélicas:
·
Un
ejemplo significativo ocurrió tras la Batalla de Ochomogo en 1823, cuando
Cartago perdió su estatus de capital a manos de San José. En 1824, un grupo
reducido de vecinos cartagineses hurtó la imagen de la Virgen y difundió el
rumor de que habían sido los josefinos quienes la habían robado, con la
intención de incitar al pueblo de Cartago a levantarse en armas y recuperar la
capital. Sin embargo, el plan no tuvo el efecto deseado y la imagen fue
devuelta a su santuario sin que se produjera un conflicto abierto.
·
Ese
mismo año, con el propósito de reducir las tensiones regionalistas, las
autoridades municipales de San José y Cartago acordaron declarar a la Virgen de
los Ángeles como la patrona de Costa Rica. A pesar de este intento de
unificación simbólica, el culto a la Virgen continuó siendo especialmente
fervoroso en Cartago, donde conservaba un carácter más arraigado y emocional
que en el resto del país (Gil, 2004).
·
Una
década después, las divisiones internas persistían. En 1835, durante el
conflicto conocido como la Guerra de la Liga, las ciudades de Cartago, Heredia
y Alajuela se aliaron para derrocar al gobierno de Braulio Carrillo, cuya sede
se encontraba en San José. Las tropas cartaginesas llevaron al frente una
réplica de la Virgen de los Ángeles como emblema espiritual de su causa. Sin
embargo, durante los enfrentamientos, la imagen fue capturada por las tropas
josefinas, quienes la trasladaron a San José, donde permaneció durante varios
años como trofeo de guerra y símbolo de victoria.
·
En
1856, durante la Campaña Nacional contra los filibusteros liderados por William
Walker, las tropas cartaginesas nuevamente se hicieron acompañar por una
réplica de la Virgen de los Ángeles, consolidando así su papel como protectora
espiritual en momentos de conflicto nacional.
Durante el
siglo XIX, el culto a la Virgen de los Ángeles no era homogéneo. Existía una
gran variedad de creencias y la Iglesia aún no había definido con claridad los
límites entre lo verdadero y lo falso. Lo que no se ponía en duda era que la
imagen de la Virgen había sido una aparición milagrosa; sin embargo, no había
consenso sobre las fechas, los lugares ni la identidad de los protagonistas.
Las personas entendían que la Virgen era un ser divino, capaz de conceder el
perdón y realizar todo tipo de milagros. Su santuario también era visto como un
lugar propicio para hacer penitencia por los pecados y recibir curaciones.
Algunos incluso creían que la imagen estaba verdaderamente viva, que era una
manifestación material de la Virgen en la Tierra (Gil, 2004).
Con
respecto a las fiestas agostinas durante el siglo XIX, además de las
manifestaciones puramente religiosas como procesiones, romerías y misas,
también se celebraban importantes actos de carácter secular, como juegos de
pólvora y corridas de toros. Sabemos también que, hacia finales del siglo XIX,
el consumo excesivo de bebidas alcohólicas se había convertido en una
preocupación. Las festividades eran tan populares que las figuras políticas
participaban en ellas para darse a conocer entre la población (Gil, 2004).
La Arremetida Anticlerical
A finales
del siglo XIX, aparecieron nuevos actores en la esfera política costarricense,
entre ellos una élite militarizada y liberal que empezó a disputar el poder
político con la Iglesia católica y otros sectores. Varias acciones emanadas de
los gobiernos liberales contradecían aspectos fundamentales de la fe y buscaban
delimitar el poder eclesiástico: la expulsión de los jesuitas, la expulsión del
obispo Thiel, la secularización de los cementerios y del sistema educativo, el
cierre de la Universidad de Santo Tomás, la aprobación del matrimonio y el
divorcio civil, y la prohibición de las procesiones (Molina Vargas &
Gonzáles Ayala, 2015). La respuesta de la Iglesia ante esta arremetida
anticlerical fue iniciar una exaltación sistematizada del culto a la Virgen de
los Ángeles. Esto se evidencia en el aumento de las menciones a dicha figura
mariana en los documentos oficiales de la Iglesia católica a finales del siglo
XIX e inicios del XX (Gil, 2004). Mientras el Estado se esforzaba por
posicionar en la mentalidad costarricense la figura de Juan Santamaría, la
Iglesia hacía lo propio con la Virgen de los Ángeles.
La Coronación de la Reina
de los Ángeles
En 1924 se
inauguró la nueva Basílica de los ángeles, para reemplazar la antigua
edificación que había sufrido severos daños durante el terremoto de 1910. Dos
años después, el 2 de agosto de 1926 se celebró una fiesta religiosa en la que
la Virgen de los Ángeles fue coronada como Reina de los Ángeles. La ocasión
estuvo marcada por actividades oficiales auspiciadas por obispos, discursos,
carrozas, homilías, procesiones masivas e incluso eventos seculares, que fueron
calificados como escandalosos por sectores conservadores de la prensa, debido
al consumo excesivo de bebidas alcohólicas (Gil, 2004). Los ritos religiosos a
inicios del siglo XX están bien documentados y guardan mucha similitud con los
que se celebran en la actualidad. En las vísperas del 2 de agosto, en las
comunidades de todo el país se organizaban grupos de romeros que partían hacia el
Santuario de la Virgen de los Ángeles. La mayoría de las personas entraban al
templo caminando de rodillas hasta llegar al altar; podemos entender este
ritual como una manifestación de sumisión, penitencia o agradecimiento a la
Virgen. Ya en el templo se entonaban cánticos, se rezaba el rosario o se oraba.
Algunos permanecían en las afueras del templo para esperar y participar en
alguna de las misas que se celebraban (Gil, 2004).
La Amenaza del Comunismo
En la
década de 1930, las ideas comunistas se habían expandido considerablemente
entre los trabajadores costarricenses. En 1931 se formalizó el Partido
Comunista, que llegó a tener una influencia significativa en la Asamblea
Legislativa y en varios movimientos sociales, como la huelga bananera de 1934.
Como señala Gil (2004), es lógico pensar que la Iglesia percibía al comunismo
como una amenaza, principalmente debido a la censura y represión que habían
sufrido las instituciones religiosas en países con gobiernos comunistas. Después
de la huelga bananera del 34, el discurso anticomunista de la Iglesia fue evidente
y orientó el culto de la Virgen de los Ángeles hacia la clase obrera con un
tono anticomunista, lo cual llevó a evidenciarse en la campaña electoral de
1936. Postura que se suavizó hasta 1943, cuando monseñor Sanabria se acercó al
partido Vanguardia Popular para luchar a favor de las reformas sociales (Mora
López, 2019).
Al mismo
tiempo, la Iglesia continuó promoviendo la exaltación del culto a la Virgen de
los Ángeles. Un ejemplo claro de esta continuidad es la celebración, en 1935,
del tricentenario del supuesto hallazgo de la imagen, lo que implicaba la
determinación oficial de que dicho acontecimiento ocurrió en 1635, aunque los
documentos históricos mencionaban otras fechas. José Daniel Gil recopila varias
referencias sobre diferentes fechas señaladas en documentos históricos y
publicaciones:
·
1643:
Francisco María Oreamuno, nota al Vicario Eclesiástico, 1850.
·
1643:
Bachiller Domingo Juarros, Libro Compendio de la historia de la ciudad de
Guatemala, 1857.
·
1643:
Thomas Francis Meagher, artículo en diario estadounidense, 1860.
·
1635
a 1638: Bernardo Augusto Thiel, Datos cronológicos para la historia
eclesiástica de Costa Rica, 1897.
·
1630:
Bernardo Augusto Thiel, sermón predicado en la festividad de la Virgen de los
Ángeles, 1898.
·
1643:
Presbítero Víctor Ortiz, Tradición histórica de la aparición de la imagen de
Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago, primeros años del siglo
XX.
·
1635
a 1638: Eladio Prado, varias publicaciones, década de 1920.
·
1638:
Octavio Castro Saborío, 1926.
En la
década de 1940, la Iglesia Católica se involucró de lleno en la política
social, incluso participó en alianzas con el gobierno de Rafael Ángel Calderón
Guardia y el Partido Comunista para impulsar reformas sociales y laborales.
Paralelamente, la Iglesia continuó con su misión de exaltar el culto a la
Virgen de los Ángeles. Durante este periodo, en 1945, Monseñor Víctor Manuel
Sanabria publicó un trabajo titulado Beatae Mariae Virginis Angelorum, en el
que delimita y define con un tono histórico la descripción del culto a la
Virgen de los Ángeles. Es en esta obra donde surge, de forma espontánea, la
identidad de Juana Pereira como una muchacha de piel oscura y condición
sencilla, y se ofrecen otros datos que coinciden con la fecha de 1635 como el
supuesto año del hallazgo de la imagen en la Puebla de los Pardos. Sin embargo,
este último dato puede considerarse anacrónico, dado que la Puebla de los
Pardos fue fundada después de 1650 (Gil, 2004). A pesar de ello, el esfuerzo de
la Iglesia por exaltar el culto a la Virgen puede catalogarse como exitoso.
Como parte
de toda esta exaltación, también es importante citar la publicación de revistas
como Nuestra Señora de los Ángeles (publicada entre 1940 y 1945) y La Voz del
Santuario (entre 1945 y 1953), ambas editadas en la Basílica de los Ángeles,
que contribuyeron a difundir y fortalecer la devoción (Quesada, 2022).
La Reina de Costa Rica
Durante la
segunda mitad del siglo XX, el culto a la Virgen de los Ángeles se encontraba
plenamente generalizado en Costa Rica. La romería convocaba cada año a miles de
creyentes, el 2 de agosto era feriado nacional, y los grandes medios de
comunicación brindaban una amplia cobertura a las celebraciones litúrgicas en
torno a esa fecha. Asimismo, los principales representantes del Estado solían
participar en la misa que se celebraba en la Basílica de los Ángeles. Durante
este periodo, la naturaleza y el origen de la imagen no eran objeto de debate
académico, y la Iglesia Católica mantenía una fuerte influencia tanto en la
vida política como en la esfera social del país.
El Reto del Progresismo
Ya entrado
el siglo XXI, es evidente un debilitamiento de la influencia política de la
Iglesia Católica, no solo en Costa Rica, sino a nivel global. Diversas
discusiones y transformaciones en el ámbito político han ido en dirección
contraria a los intereses tradicionales de la Iglesia, sin que esta haya tenido
el poder de frenarlas. Entre estos temas se encuentran el debate sobre el
aborto, los enfoques educativos en los centros escolares, el matrimonio
igualitario, el establecimiento de un Estado laico y las denuncias por abuso
sexual contra sacerdotes, muchas de ellas con condenas en firme.
A pesar de
esta disminución en su influencia política, el culto a la Virgen de los Ángeles
continúa siendo una manifestación religiosa profundamente arraigada en la
sociedad costarricense. Esto se evidenció en la masiva participación en la
romería del año 2022, luego de dos años de suspensión debido a la pandemia de
COVID-19. Además, la figura de la Virgen tuvo un papel simbólicamente relevante
durante la campaña electoral del año 2018. A pocos días de las elecciones
presidenciales, el periódico La Nación publicó un artículo en el que se
exponían declaraciones del pastor evangélico Rony Chaves, mentor del candidato
Fabricio Alvarado, quien comparaba a la Virgen de los Ángeles con Satanás. Si
bien no es posible afirmar con certeza que este hecho influyó directamente en
los resultados electorales sin contar con una investigación científica que lo
respalde, es innegable que el tema generó un amplio debate entre el electorado
y cobró relevancia en la agenda pública.
Las Lagunas en el
Conocimiento Histórico
En la
actualidad, a pesar de la importancia del culto a la Virgen de los Ángeles en
la sociedad costarricense, este no constituye una preocupación prioritaria
dentro de la academia histórica. Esto resulta llamativo, considerando que
existen varias lagunas, principalmente en torno a los hechos ocurridos durante
el siglo XVII. Incluso la propia Iglesia no ha demostrado claridad histórica en
cuanto a las fechas, los lugares y los personajes vinculados al origen de la
imagen. Esta falta de precisión ha dado pie a que historiadores como José
Daniel Gil sugieran que el culto a la Virgen de los Ángeles podría ser una
construcción sistemática promovida por las élites religiosas con el objetivo de
reforzar su influencia sobre la sociedad.
Si a ello
sumamos la forma en que la Iglesia ha procedido históricamente en otras
apariciones marianas, se puede sospechar que existen elementos no relatados o
no suficientemente documentados. Esto abre la posibilidad de investigar si el
culto a la Virgen de los Ángeles tiene raíces en manifestaciones religiosas
prehispánicas, e incluso considerar que el sitio donde se construyó el
santuario pudo haber sido un antiguo centro ceremonial indígena. A través del
sincretismo religioso, dichos orígenes habrían quedado relegados u olvidados.
Todas estas
afirmaciones no deben interpretarse como conclusiones definitivas, sino como
preguntas abiertas que requieren ser abordadas por la academia histórica con el
rigor y la seriedad que el tema merece.
Conclusión
Desde el
punto de vista histórico, se tiene certeza de que, para mediados del siglo
XVIII, el culto a la Virgen de los Ángeles ya se encontraba consolidado en la
ciudad de Cartago y sus alrededores. Con el paso del tiempo, el fervor de los
creyentes fue en aumento, lo cual permitió la expansión progresiva de su área
de influencia. Para mediados del siglo XX, dicho culto había alcanzado una
presencia significativa en todo el territorio nacional.
Es evidente
que las autoridades eclesiásticas jugaron un papel determinante en esta
expansión, mediante la exaltación simbólica y litúrgica de la figura de la
Virgen de los Ángeles. Aunque en el siglo XXI la Iglesia Católica ha visto
disminuir su influencia política y social en Costa Rica, el culto mariano a
esta advocación específica muestra signos de continuidad y arraigo en un sector
importante de la población.
Referencias Bibliográficas
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Facultad de Ciencias Sociales, Escuela de Historia.
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«periodismo sin Dios»: la Iglesia católica costarricense y el desarrollo de una
prensa periódica confesional (1880—1965). Revista de Historia, 1-35.
Sanabria Martínez, V. M. A. de S. J.
(1945). Documenta historica Beatae Mariae Virginis Angelorum: Reipublicae de
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